En la cuna de un bebé duermen también sus potencialidades afectivas, cognitivas, físicas, sociales, espirituales. Hay todo un bagaje socio-cultural de su entorno que empieza a darles la bienvenida, y entonces cabe preguntarse, ¿podrán esas potencialidades transformarse en actos?
Hay canciones que las llaman “de cuna”, medio sabias, medio tontas, ¡y tan hermosas! Entran a la cuna dando palmaditas y ¡arrorró, sueñito! Son sin duda expresiones creativas al servicio del bebé… ¡y de los demás!
Casi siempre hay en esa cuna una manta tejida con amor donde hilos y agujas desafiaron la paciencia y promovieron la constancia en un hecho creativo que termina envolviendo amorosamente al bebé. Se me ocurre pensar que el tiempo hace su propio tejido entrelazando pasado, presente y futuro en esa vida que recién comienza.
La creatividad puede expresarse desde infinitas formas. Está potencialmente instalada en todo ser humano.
En ese tejido del tiempo, mientras avanza su crecimiento y maduración, el bebé empieza a ser integrante de una red vincular. Aparecen modelos que le ofrecen la educación familiar y escolar. En la infancia suelen verse copias casi exactas de los movimientos corporales y expresiones lingüísticas de padres y madres. Esto es así, porque los niños son imitadores por excelencia, función que, además, es un sustento para el aprendizaje.
El problema empieza cuando no le dejamos un espacio para la propia inventiva. Es común ver a los adultos pararse frente a un niño o niña y darle modelos de movimientos a seguir en una determinada música. ¡Si supieran que melodía y ritmo pueden conectarse íntima y creativamente desde su propia esencia que los recorre interiormente y poder expresarlo lo convierte en un hecho creativo! Otra cosa son las academias de baile donde hay técnicas y metodología a seguir.
La creatividad puede expresarse desde infinitas formas. Está potencialmente instalada en todo ser humano. De su red vincular depende que sus potencialidades se transformen en actos.
Infancia y creatividad
La expresión corporal, el dibujo, la danza, el juego, no necesitan de modelos para que niños y niñas se expresen. Es lamentable ver en las fiestas escolares a los alumnos tratando de imitar los movimientos de su maestra parada frente a ellos. Pequeños desorientados que al final los apartaron del disfrute de su propia creación. Darles tantos modelos para que se expresen es una forma de capturar su creatividad. Esta puede ser apenas un punto en su espacio interior que, desde una enriquecedora estimulación, puede convertirse en un oleaje de sensaciones que necesitan expresarse.
Hace poco mi nieta Olivia, de 6 años, encontró en el taller de su papá una tabla rectangular, (¿tabula rasa?). Tenía solo 2 tornillos que después los convirtió en los ojos de un hermoso muñeco que armó con papeles, témpera, lanas y su maravillosa inventiva. Un hecho creativo absolutamente pergeñado por ella. ¡Lo mostró feliz! Eso es lo que provoca la creatividad: un oleaje de sensaciones que hace que un cuerpo baile, las manos modelen, dibujen, escriban, hagan artesanía, etc., logrando sintonía entre realidad y fantasía.
La creatividad es una potencialidad que a todos nos late y nos acompaña desde la cuna, mientras el tiempo hace su tarea de innovar y… guardar.
Posibilidades creativas
El hecho creativo no solo puede estar en una partitura musical, en las páginas de un libro, un cuadro, un escenario teatral, etc. Lo estuvo en las clases de inglés de mi hermana Olga cuando enseñaba el verbo to be tocando la guitarra, en las torrejas de espinaca de mi consuegra Mary con las que logra seducir a nuestras nietas en plena batalla contra las verduras. Lo fue mi madre cuando, siendo una jovencita de ciudad, aprendió a montar a caballo para ir a enseñar al pie del Aconquija. ¿Y no son acaso un himno a la creatividad esas enormes ollas populares con las que el ingenio y generosidad de unos cuantos, logran crear rutas diferentes para paliar el hambre? ¡Hacen tan creativa la Matemática y la Economía cuando tanto falta para tantos!
La creatividad es una potencialidad que a todos nos late y nos acompaña desde la cuna, mientras el tiempo hace su tarea de innovar y… guardar. Tal vez el bebé se transforme en un arquitecto que pueda crear sobre un tablero, o en un albañil que pueda domar la rebeldía de un ladrillo. Tal vez, porque pueden llegar a hacer muchísimas otras cosas. Lo que sí es seguro es que, si se crece desarrollando el pensamiento creativo, se pueden superar mejor los obstáculos, enriquecerse en las alternativas de la divergencia y ser felizmente genuinos.
La creatividad se nutre con el asombro frente a lo inesperado, deambula por la flexibilidad cognitiva alejándose de las rigideces. Se fabrica caminos y los recorre. Abre las mismas ventanas… ¡y descubre nuevos paisajes!
Lic. Eva Gazi